Aventura en la Ciudad [Yumiko]

El tiempo había pasado muy rápido, todavía recordaba aquellos momentos de risa con los compañeros del orfanato e incluso las regañinas de los cuidadores del mismo lugar por las travesuras que realizábamos. Pero todo eso había acabado, yo había abandonado aquel lugar y me encontraba vagando sin rumbo por la tierra, con el fin de mejorar en todos los ámbitos de mi vida y poder cumplir mis sueños, sin prisa pero sin pausa. Me encontraba en la Ciudad del Oeste, la que se decía que era la capital del mundo, el lugar donde más dinero y tecnología había. Mi curiosidad hizo que me desplazara rápidamente hacia allí en duras jornadas intensivas de viaje, con el fin de poder ver con mis ojos cómo era la ciudad más desarrollada del mundo. En cuanto la vi de lejos, mis ojos se abrieron de asombro, pues nunca había visto nada parecido a aquello: carreteras por todos los lados, edificios blancos muy modernos, casi todos bastante altos, impresionante. Aquello no podía compararse con la casucha donde había estado creciendo desde pequeño. Me coloqué bien la mochila a la espalda y comencé a andar hacia la entrada de aquel maravilloso lugar. La puerta principal estaba custodiada por unos policías que iban pidiendo la identidad a todo aquel que entrase, los cuales estaban formando una cola impresionante. Para mi desgracia, yo no tenía papeles, por lo que seguramente no me dejarían entrar a aquel lugar, así que decidí hacerlo de otro modo, mientras sonreía vagamente.

Me puse al final de la cola, justo detrás de un hombre gordo, el cual estaba detrás de alguien un poco más fuerte que él. Entonces, me adelanté un poco y golpeé al hombre más delgado en la espalda de un puñetazo y me escabullí del lugar. Este hombre se giró con una cara de mala leche increíble, y se encaró al más gordo que tenía detrás. Entre insultos, burlas y comienzos de pelea, una trifulca se creó en el lugar, por lo que los guardias de la puerta fueron hacia allá para reducirles y que no causasen problemas dentro de la ciudad una vez que entrasen. Entonces, aproveché la ocasión y entré por las puertas corriendo a gran velocidad, para luego colarme por un callejón oscuro en el cual nadie me vio. Había conseguido entrar en la Ciudad del Oeste sin ningún problema, ahora debería preocuparme y centrarme más en otros asuntos. Según tenía entendido, en aquel lugar había varias escuelas de Artes Marciales, no muy conocidas, pero que me servirían para poner a prueba mis habilidades. Así que cuando estuve preparado de una vez por todas para comenzar mi nueva peripecia, crují los huesos de mi cuello y salí del callejón, dispuesto a comerme el mundo como solo yo sabía hacer, es decir, como un profesional.

Aquella ciudad estaba llena de ruidos provenientes de los motores de los coches y las motos que surcaban las carreteras a gran velocidad. Otra de las cosas nuevas que mi vista vislumbraba, pues no había observado en toda mi vida un transporte como esos. Tenía que ser de lo más guay usar uno de ellos, pensé entonces. Pero estaba dentro de la Ciudad del Oeste, y si reunía dinero suficiente, podría comprarme una para mí solito. Aquello no me vendría nada mal, pues las duras jornadas de viaje a pie eran demasiado cansadas. Entonces, golpeé mis puños entre sí, para decir en voz alta ~ Me compraré una super moto ~ dije todo convencido, sin saber cómo llevaría a cabo aquel sueño que había inundado mi mente de repente. Me apoyé en una pared con la espalda y una pierna, mientras cruzaba mis brazos y me llevaba una mano a la barbilla, para acariciarla y tocarme los piercings que rondaban por esa zona. Algo que comúnmente solía hacer cuando me ponía a pensar, algo que no se me daba realmente bien pero, si me esforzaba, podía hacer buenos planes. Y entonces, tras unos minutos de pensamientos y cavilaciones en silencio, llegué a una conclusión ~ Si me dedicaba a ser un luchador ambulante, la gente podría pelear conmigo en la calle. Si ellos ganan, les doy dinero. Si gano yo, ellos me lo dan a mí ~ así podría tanto comprobar mis habilidades de artes marciales contra los luchadores de aquel lugar, tanto como para ahorrar algo de dinero para el futuro transporte del que dispondría. Una gran sonrisa apareció en mi cara, mientras seguía acariciando uno de los piercings que llevaba debajo de los labios. Entonces, me apoyé con las manos en la pared y me impulsé para volver a ponerme de pie y seguir andando por aquellas calles de la Ciudad.

Al cabo de un buen rato, vi una joven muchacha con una cola extraña. ¿Acaso en aquel lugar era una moda llevar colas puestas en el culo? Pensé con un ojo más levantado que otro, en actitud de sorpresa. Entonces, dije por lo bajo ~ Tal vez deba comprarme una cola de esas ~ dije para seguir andando hacia adelante. La muchacha, que iba a su bola y no se enteraba de nada, chocó contra mi cuerpo, cayendo al suelo de espaldas y diciéndome que tuviera más cuidado. Pero...había sido ella la que se había chocado conmigo, ella era la que no había mirado por donde iba. Un venazo de ira recorrió mi cuerpo, para luego gritarle con un tono un poco más alto de lo normal a aquella señorita ~ Pero si has sido tú la que te has chocado conmigo ~ dije tendiéndole una mano para que se agarrase a ella y se levantase. Podría tener mis brotes psicóticos de furia e ira, pero sabía cómo comportarme con una mujer cuando la veía. Aunque no por ello le permitiría que hiciese conmigo lo que quisiera. Entonces, una vez que la ayudé, crucé mis brazos y me quedé mirándola. Llevaba un extraño atuendo rojo y amarillo, más propio del de una luchadora que el de una señorita de ciudad. Sin embargo, no le presté mucha más atención a aquello, sino que la miré a los ojos para decirle con una voz un poco madura y firme ~ Ten más cuidado la próxima vez, no todos serán tan comprensivos como yo ~ dije mientras me colocaba la mochila a mi espalda, pues se me había deslizado un poco tras el choque, para luego esperar una respuesta de la chiquilla que se encontraba delante de mis ojos.