Un agradable día de sol y lucha [Yumiko]

Ya habían pasado varios días desde aquel en el cual el Namekiano había salido para conocer mundo y hacerse cada vez más poderoso. El joven de color carmesí sabía que tarde o temprano tendría que poner a prueba su entrenamiento y, claramente, sabía que había gentemás poderosa que él en todo el mundo, sin embargo, todavía no había conocido a nadie así, es más, solo conocía a los humanos y a los namekianos... y estos últimos porque él era uno de ellos. ¿Qué otras razas y poderes habrían por todo el mundo? ¿Serían poderosos o simplemente unos más de tantos que tendría que haber? Muchas dudas le pasaban por la cabeza, sin embargo, todavía era muy pronto para saber todo eso y decidió no darle mayor importancia. Por lo pronto, tendría que descansar un poco ya que, aunque no estaba cansado, antes de seguir debería tener algunas provisiones o por lo menos, pensar hacia donde iría ahora. Había salido de su hogar, sin embargo, no sabía exactamente hacia donde ir. Tal vez, con algo de suerte, pasara por allí alguna persona que le indicara un camino a seguir, tal vez ahcia una ciudad o donde hubiera civilización.

Así pues, mientras caminaba cerca de un río, que quedaba a su izquierda y un denso bosque, que estaba situado a su derecha, decidió descansar bajo la sombra de un manzano. De un salto,cogió una de las tantas manzanas que habían en el árbol y se dispuso a darle un bocado, sin embargo, se quedó mirándola, anonadado, como si esperara algo.... pero no, simplemente se quedó mirando la roja esfera que tenía en su mano derecha. Apartó la vista de la manzana que tenía en su diestra y miró a los alrededores, por si hubiera peligro. Luego, se colocó de tal manera que la vista se pusiera en el bosque, pues por allí podría venir cualquier cosa, lo que no pasaría en el agua o por lo menos, en el agua oiría los ruidos y por el bosque, tal vez no.

Después de un rato de que el Namekiano estuviera en aquel lugar, una chica de negros cabellos cayó a pocos metros de él, cuatro o cinco metros y cuando se acercó, se quedó a poco más de dos metros de distancia. ¡Qué sería lo que buscaría esa chica del joven carmesí? No lo sabía, pero algo estaba seguro: el Namekiano no iba a tragarse su sonrisa y su modo "infantil" de hablar. Algo le decía que no era una humana o por lo menos, no una humana como todas las que había conocido a lo largo de su vida.

Levantó su vista y miró a la joven. Ropas extrañas, de diversos colores, muy llamativas y... ¿qué era lo que tenía en la cintura, dos cinturones? Uno azul claro y otro marrón claro. Parecía que lo más apagado de la chica era su pelo negro. Luego, Nat habrió la boca para presentarse, ya que ella lo había hehco primero. - Puedes llamarme Nattai. - dijo, en un tono seco, mientras que apartaba la vista de la chica y la volvía a poner en la manzana que estaba en su diestra. - ¿Qué haces por aquí? ¿Sabes que hay muchos peligros? No es lugar para una niña... y menos con esa ropa. Cualquier animal podría atacarte y no pasarías desapercibida. - dijo el chico, sin quitar la mirada de la manzana. No es que el joven Namekiano no le importara nada, solo que para él, había que todo seriamente y ella no parecía que conociera la palabra "serio". ¿A quién se le ocurría ir con un arcoiris por el mundo? A nadie... bueno, sí, a esa tal Yumiko.

Nattai escuchaba lo que la chica le estaba diciendo. ¿Qué era eso de "los de piel verde"? Donde él vivía, no había otros minimamente parecidos a él, ya fuera por la piel o las antenas, da igual el color que fueran. ¿Es que acaso Yumiko ya había conocido a otros parecidos a Nat? El joven carmesí no podía creerlo. - No sé a lo que te refieres con "otros de piel verde". De todas formas, sí te diré que estoy aquí, no para entrenar o por gusto, sino que iré a una gran ciudad y participaré en el próximo Torneo de las Artes Marciales... y lo ganaré, puedes estar segura de ello. - dijo el chico con el mismo tono de voz, aunque, en esta ocasión, dejó de mirar la manzana y miró a la chica. Después de unos pocos segundos, volvió a abrir la boca, para preguntarle algo a su extraña visitante. - No sabrás por donde se va a la ciudad más cercana, ¿verdad? No pareces de por aquí, así que deberías saberlo. - dijo.

El joven Namekiano se puso de pie, después de hacerle la pregunta a la joven. Seguramente le diría la respuesta y podría continuar con su viaje... sin embargo, era cierto que nunca había salido de aquella montaña y por tanto, no conocía nada del mundo exterior. ¿Y si la gente de afuera era bastante más fuerte de la de allí? Podría hacer una simple prueba para comprobarlo. - Vamos a hacer una prueba. - dijo, mientras que, en un rápido movimiento, lanzó la manzana que tenía en su diestra hacia el torso de la muchacha. Si era capaz de esquivarlo, seguramente sabría pelear y por tanto, sería un buen momento para probar su fuerza... claro estaba, que primero debería aceptar luchar contra él, aunque con la ofensiva del joven de piel rojiza, seguramente se lanzaría a por él.

La chica parecía bastante infantil, además de no tener pudor en quedarse en algo parecido a bragas en el comienzo de una pelea en aquel soleado día. De todas formas, Nat no era de los que se impresionaban por eso... menos mal. Así pues, gracias al primer "ataque" que el Namekiano había llevado a cabo, ahora sabía que Yumiko sabía defenderse, por lo tanto, no tendría que contenerse. - Te lo tomas todo a la ligera, ¿verdad? - le dijo el joven chico de color carmesí a su, ahora, contrincante... ¿humana? Pronto descubriría todas las capacidades de esa joven que tenía una piruleta. Vaya momento para empezar a comer... esa chica no debe estar bien... pensó el Namekiano, al ver todas las acciones que hacía la chica que, todavía, no se había puesto los pantalones, que todavía tenía en la mano derecha.

Sin moverse del sitio, con menos tiempo que un pestañeo, el joven lanzó desde sus ojos unos rayos de color rojo que, si todo iba bien, impactarían en el torso de la chica. Dada la distancia de cuatro metros que los separaban, que ella todavía tenía los pantalones en su mano y que estaría disfrutando del sabor de aquella piruleta, todo apuntaba a que le sería casi imposible esquivarlo. Después de ese ataque, que duraría apenas unos cuantos segundos, le volvió a hablar a su rival. - Un combate es algo serio... recuerda que siempre puedes morir. - le dijo, con aquella voz fría y esa mirada heladora, sin quitarle la vista de encima, preparado para cualquier ofensiva de la muchacha, aunque ahora, el joven Namekiano sí se había puesto en posición defensiva.

El ataque impactó de lleno en aquella huamana, seguramente dañándola y dejandola paralizada durante un espacio de tiempo... el suficiente para crear otra ofensiva, en esta ocasión, algo más destructiva que la anterior y eso que donde habían dado los láseres, ahora la joven tenía dos pequeños agujeros en su ropa. Dado que la joven estaría paralizada por el anterior ataque, el Namekiano estiró sus brazos y cogió la pierna derecha de la joven "humana" para, acto seguido, estamparla contra el suelo con todas sus fuerzas para, segundos después, lanzarla al aire unos cuantos metros, cuatro o cinco. No había llegado a bajar cuando el joven carmesí le lanzaba dos rayos rojos y extremadamente rápidos desde sus pupilas que, si todo iba bien y dado que todavía estaría algo paralizada, le darían, uno en su pecho, a la altura del corazón y otro en la cabeza. Claro estaba, no la matarían de un golpe, ya que sabía pelear y eso, seguramente, le habría proporcionado cierta resistencia que no tendría un humano común, sin embargo, sí serían lo suficientemente fuertes como para dañarla y dejarla inconsciente, ya que, junto con el anterior bapuleo, tampoco es que faltara demasiado.

- Te dije que una pelea es algo serio. - dijo el chico de antenas rojizas mientras que, si todo iba como había previsto, estiraría ambas manos para coger la cabeza de la joven y estamparla contra el suelo con todas sus fuerzas, por si acaso los anteriores ataques no habían cumplido su obligación, por lo menos, un buen golpe en la cabeza sí que la dejaría fuera de combate.