Pieles distintas, sentimientos iguales [Nattai]

En aquel momento, decidí ir a Villa Pingüino a descansar un poco. Por lo que pude hablar de aquella ciudad, era una de las más pacíficas y tranquilas del mundo, por lo que ir allí y pasar unos días de reposo no me vendría nada mal para aclarar la mente. Me encontraba situado en lo alto de una de las verdes colinas pertenecientes a la pradera extensa que se encontraba a las afueras de la Villa, con mi mochila a la espalda y un semblante serio, mientras que el viento mecía mi pelo detrás de la espalda. Gruñí un poco, como solía hacer debido a mi carácter inestable, y bajé por aquel lugar a gran velocidad, aprovechando la pendiente de aquella colina. Entonces, comencé a andar hacia la ciudad, con el fin de encontrar algún sitio donde reponer mis necesidades alimenticias y tal vez dar una vuelta para ver si encontraba algo interesante. No tardé más de diez minutos en alcanzar las puertas de la ciudad, las cuales estaban abiertas a cualquier viajero que se dignase a entrar en aquel pacífico lugar. Entré andando tranquilamente, abriéndose ante mi vista un abanico de casas pequeñas y cuadradas de colores bastante claros. Era un lugar bonito.

Entonces, una vez que había entrado, lo primero sería hacer algo de provecho. Necesitaba una ducha y comer, pero primero decidí limpiar mi cuerpo, así que fui buscando algún lugar donde poder darme un chapuzón. Anduve y anduve hasta que encontré a unos niños jugando en una pequeña piscina inflable, lo cual me serviría para mi propósito. Me acerqué a los niños con una cara de mala leche impresionante, para luego levantar los brazos y hacer una mueca horrorosa y decir, con el fin de asustarles ~ ¡BWAAAAAHH! ~ Grité, consiguiendo que los niños saliesen de la piscina corriendo como almas que lleva el diablo. Entonces, dejé mi mochila en el suelo, al igual que mi ropa, quedando completamente desnudo. Abrí las piernas y junté las manos, para luego saltar a la piscina. El agua estaba bastante fría, pero se agradecía tras muchas jornadas de viaje sudorosas. En cuanto acabé, salí de la piscina y me puse las botas, pero dejé que el resto del cuerpo se secase al aire, ante las extrañas miradas de las señoras mayores y los niños. Cargué mi ropa y mi mochila al hombro y empecé a andar desnudo, buscando una taberna en la que comer.

¿Porqué huía la gente de mí? Solo tenía cara de enfadado e iba desnudo esperando a que el cuerpo se me secase tras el baño, nada más. Eran todos unos considerados, tratar así a un invitado. Y de la nada, un personaje extraño recaudó mi atención. Ataviado con un traje de luchador blanco, una piel de color rojizo con algunas motas escamosas verdes y dos antenas en su cabeza, además de unas orejas puntiagudas. Me miraba fríamente, para luego recriminarme el haber asustado a los niños para darme un baño, alegando que debería meterme con alguien de mi tamaño y no aprovecharme de los menores. Mi carácter bipolar hizo que escupiera al suelo con una mueca extraña en la cara, para luego levantar el pecho osadamente y cruzar los brazos, para decirle ~ ¿Estás tú a mi nivel, ser extraño que no conozco? ~ dije con mi típica voz dura y despreocupada. Dejé mi mochila en el suelo y comencé a ponerme la ropa, mojándola un poco por la parte del cuello, pues todavía el pelo no se me había secado al completo. Mis piercings relucían limpios gracias al sol que estaba en lo alto del cielo, y una vez que volví a estar vestido delante de todos, entrechoqué mis puños mientras sonreía sádicamente, como solo yo sabía hacer, fijándome en aquella persona que me había plantado cara.

Fueron uno o dos minutos los que estuve callado observando a aquel chico. Tenía un cuerpo moldeado y musculoso, de seguro que era un luchador. Además de la forma en que vestía, tenía la típica determinación de un guerrero en sus ojos. Ahora empezaba a estar motivado. Hacía mucho tiempo desde que peleé con otra persona, ya que quería probar todo lo que había mejorado desde ese tiempo. Entonces, dejé caer los brazos en vez de tenerlos cruzados, para volver a mirar a aquel chico de apariencia extraña y decirle con una gran sonrisa en la cara ~ El hombre que reta a un duelo a otro es el que debe comenzarlo ~ le dije guiñándole el ojo izquierdo, para luego adelantar mi pierna derecha y mi brazo derecho, dejando atrás los miembros izquierdos, colocándome de lado en una posición defensiva. Alcé el brazo derecho hasta la altura del hombro, entonces señalé con él al chico que tenía enfrente y le hice tres señales con los dedos para que viniera a por mí, con una mirada determinante y motivada, mientras añadía a mi última frase ~ Y no me gusta que me hagan esperar ~ le dije suspirando con fuerza y cogiendo aire, concentrándome para la pelea que iba a comenzar en unos segundos, si el chico tenía lo que debería tener: valentía. Mientras tanto, la gente nos rodeaba circularmente, denotando el perímetro de nuestro campo de batalla.